Por Ovet Córdova.
Centro América atraviesa un período
de inestabilidad que se expresa en huelgas, masivas movilizaciones e insurrecciones
que reclaman la cabeza de los gobernantes y el fin de los programas de
austeridad impuestos por EEUU.
En Honduras, un frágil gobierno
nacido de un escandaloso fraude electoral se sostiene por el apoyo del
departamento de Estado y de LIBRE, principal partido burgués de oposición que,
con su aparato, desmovilizó un auténtico levantamiento popular. La lucha de la
Plataforma de médicos y maestros anima a las masas a reorganizar sus fuerzas y
romper la dispersión.
Honduras una colonia de EEUU
Honduras ha sido históricamente
una colonia de EEUU y los dos partidos tradicionales, Liberal y Nacional, se
alternaron para gobernar el país en nombre de ellos. Manuel (Mel) Zelaya es un
rico hacendado que asumió la presidencia en 2006 y adoptó un perfil más
populista con el pasar de los años. Aunque no cambió en nada el carácter colonial
del país, buscó aproximarse al entonces presidente venezolano Hugo Chávez y a su
espacio burgués “bolivariano”. En esa época, la crisis financiera mundial de
2008 afectó drásticamente la economía en la región y la mayoría de la burguesía
hondureña (liberales y nacionalistas) consideró necesario un golpe gorila que
en 2009 defenestró a Zelaya, la interrupción de su mandato presidencial fue
patrocinado por la Casa Blanca para salvar los negocios de los capitalistas
nacionales y relanzar el neoliberalismo en Honduras, es decir, profundizar su
carácter colonial.
El FMI orientó la transformaron
de la economía nacional acentuando su carácter de sucursal del imperialismo.
Sus mejores colaboradores y socios fueron los gobiernos post golpistas: Micheletti,
Lobo y JOH, surgidos de fraudes electorales que fueron avalados por la Embajada
Americana, con el concurso de la OEA y la Unión Europea.
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Casa Presidencial 2009 |
En una década el sistema hospitalario y de atención a la niñez desamparada ha sido entregado a las ONG’S y empresarios privados; las estatales de la energía eléctrica, servicio de agua y telefonía se remataron en beneficio de los consorcios internaciones, al igual que las carreteras, puertos y aeropuertos; la misma suerte corrió con los bosques, los ríos y el subsuelo.
La clase trabajadora ha luchado
fuertemente contra estos ataques, pero ha sido derrotado, perdiendo así
derechos que les tomó décadas conquistar. Decenas de empresas estatales fueron
privatizadas llevando al despido de más de 24,000 trabajadores, la seguridad
social está por ser privatizada y los fondos de pensiones fueron saqueados para
financiar los negocios de los empresarios.
En buena medida este abrupto
cambio en la situación económica y política fue producto de que el movimiento
de resistencia contra el golpe fue derrotado, porque su dirigencia –con Manuel
Zelaya y la izquierda oportunista la cabeza- optó por las negociaciones con los
golpistas y los yankees. Como veremos, esa táctica conciliadora no fue
abandonada durante toda la década siguiente.
Del golpe gorila al fraude electoral
La clase trabajadora hondureña y
el movimiento popular alcanzaron su máximo nivel de organización entre los años
2002 al 2008. En ese período constituyó sus propios organismos y emprendió
duras batallas contra los gobiernos de Ricardo Maduro y Manuel Zelaya. Son bien
recordados los Paros Cívicos Nacionales organizados por la Coordinadora
Nacional de Resistencia Popular, CNRP.
En 2008, las organizaciones de la
izquierda reformista, oportunista y castro chavista como la Tendencia
Revolucionaria TR, Organización Política Los Necios OPLN, y el Bloque Popular,
llevaron a la CNRP a capitularle al gobierno de Zelaya que estaba coqueteando
con el chavismo. Este fue el fin del movimiento obrero con independencia de
clase.
LIBRE nace de un acuerdo reaccionario
De la resistencia contra el golpe
surgió el Frente Nacional de Resistencia Contra el Golpe de Estado que más
tarde pasó a llamarse FNRP. En él se integraron las organizaciones del
movimiento obrero-popular que fueron parte de la CNRP y los sectores liberales
que respaldaban el retorno de Zelaya al poder.
El Frente se convirtió en un
movimiento de masas con una conducción poli-clasista que, en más de una
ocasión, tuvo la oportunidad de derrocar al gobierno usurpador. La lucha y las
movilizaciones contra el golpe fueron fortísimas e incluso llegaron a dividir
las fuerzas armadas, un sector de las cuales se negaba a reprimir.
Sin embargo, en todo momento su
dirección burguesa privilegió desviar las movilizaciones hacia los pactos con
los gorilas, participando en los diálogos de Guaymuras, San José y concluyendo
en el acuerdo de Cartagena en 2011. En este último, la dirigencia del Frente, a
espaldas de las bases, acordó con el imperialismo y el gobierno golpista un
pacto de gobernabilidad que permitiría el regreso de Zelaya al territorio
nacional y la creación del “partido de la resistencia” al cual llamaron LIBRE,
a cambio de estabilizar la situación política y dilucidar sus diferencias en el
juego electoral.
Esta traición fue sellada con las
firmas de los presidentes Barack Obama, Juan Manuel Santos y Hugo Chávez. El
heroísmo de las masas fue llevado hacia el matadero de las urnas en 2013, año
en que se desarrollaron elecciones fraudulentas y donde el golpismo salió
triunfante.
LIBRE surgió como una apuesta del
imperialismo para contener el ascenso revolucionario que significó la
resistencia al golpe, su propuesta de gobierno como es de esperar, es moderara
con relación a la de los partidos tradicionales de la oligarquía y en acuerdo
con los intereses del capital; no cuestiona la propiedad privada ni el no pago
de la deuda externa.
El reflujo del movimiento de
masas no se hizo esperar una vez que fue derrotada la lucha contra el golpe. La
confusión se profundizó cuando LIBRE aceptó disciplinadamente los resultados
del fraude electoral, a cambio de 27 escaños en el Congreso y algunas
alcaldías. Mientras se consumaba el fraude un dirigente de LIBRE convocaba a
una fiesta para celebrar su nominación como Regidor de la alcaldía de San Pedro
Sula, y Manuel Zelaya decía: “aceptamos los resultados de estas elecciones
fraudulentas (…) no vamos a incendiar este país”. Estos hechos son el inicio de
la llamada “oposición parlamentaria”.
La bancarrota de la izquierda hondureña
La debacle de la izquierda estalinista
es grave, inició con el partido Unificación Democrática UD, que sufrió una
terrible adaptación burguesa al parlamento. Sus dos principales dirigentes se
convirtieron en agentes directos de la derecha golpista: Cesar Ham al frente
del Instituto Nacional Agrario (INA) fue clave en la derrota del movimiento
campesino y Marvin Ponce es asesor de JOH.
Hoy día, organizaciones como la
Tendencia Revolucionaria TR, Organización Política Los Necios, Partido para la
Transformación de Honduras PTH, y Movimiento Nueva Democracia entre otros,
sucumbieron a las presiones del movimiento de masas y adoptaron una política de
colaboración de clases. Eso los llevó a capitular a Manuel Zelaya, a quien
entregaron en bandeja de plata la CNRP. Con ello liquidaron el principal órgano
de lucha de la clase trabajadora. Es decir, traicionaron la lucha del pueblo
hondureño.
Una vez que inició la resistencia
contra el golpe de estado, acompañaron los procesos de diálogo con EEUU y el
gobierno golpista, negociaciones que llevaron a la derrota del movimiento y a
la creación de LIBRE. Muy pronto, escalaron posiciones y pasaron de dirigentes
del movimiento obrero-popular a ser candidatos y diputados: cambiaron las
calles por las cómodas butacas del parlamento. A partir de este momento, sus
discursos contra el gobierno y de repudio contra las penurias de los explotados
sólo eran escuchados en las campañas electorales. También eran repetitivos sus
llamados a confiar en la posibilidad de un buen vivir una vez que triunfaran en
las urnas.
Esta izquierda abandonó el
proyecto de la revolución socialista y acogió la tesis de las “transformaciones
pacíficas” que pregonan los propagandistas del “socialismo del siglo XXI”.
También echaron por tierra la tarea histórica de la construcción de un instrumento
político para la clase trabajadora que posea independencia de clase y que,
desde esa ubicación, luche en unidad de acción contra los gobiernos patronales.
Finalmente, hay que señalar que
esta izquierda oportunista, que se mueve al vaivén de las presiones y las
“oportunidades”, no tuvo crecimiento: una vez que fueron absorbidos por el
aparato de LIBRE, estas organizaciones decayeron. En el mejor de los casos, la
decepción en sus cuadros y activistas los llevó a rupturas. Sin embargo, de
forma general, esa izquierda se diluyó en LIBRE.
El movimiento de indignados
El FNRP en retirada dejó un
espacio para los reclamos de la clase media y la juventud. A pesar de la
desilusión de amplios sectores, los jóvenes y los movimientos en defensa de los
territorios realizaron una dura resistencia contra el gobierno de JOH.
El movimiento estudiantil realizó
cuatro huelgas, cada una fue más importante que la otra, ejemplo de ello es que
la huelga de la universidad agrícola provocó la renuncia de un importante
agente del gobierno que fungía como Rector de la UNA y Ministro de Educación,
Marlon Escoto.
El sentimiento anti-JOH había
nacido y se exacerbó al destaparse el escándalo del saqueo de 7 mil millones de
lempiras en el Instituto de seguridad social y el anuncio de la reelección
inconstitucional del presidente. Con ello, un nuevo ascenso se desarrollaba,
esta vez liderado por la pequeña burguesía conservadora que desconfiaba de la
izquierda y sostenía un discurso anti partido.
El movimiento de indignados (2013-2015)
expresaba una agenda democrática que exigía castigo a los corruptos, rechazaba
a las instituciones gubernamentales, se posicionaba en contra de la reelección
de JOH y exigía la intervención de la embajada de estadounidense y la OEA para
que se instale una Comisión Internacional Contra la Impunidad en Honduras
(CICIH), con el fin de investigar y castigar a los corruptos.
En pocas semanas, alcanzó un
carácter nacional con movilizaciones de decenas de miles. Su esencia espontánea
y masiva impide que las direcciones tradicionales se ubiquen al frente.
Finalmente, la conducción del movimiento Anti-JOH es cooptada e inicia
negociaciones con el gobierno y la OEA. La intervención del imperialismo
contribuye a derrotar las movilizaciones por la vía de las concesiones: Se
instaló la MACCIH instancia parecida a la que existe en Guatemala. Es
financiada por la OEA y en un balance general, su contribución en la lucha
contra la corrupción es nula.
Pese al balance de este proceso,
se puede rescatar que fue un periodo que generó un cumulo de descontento
anti-JOH en la juventud, que se organizó por fuera de las estructuras de LIBRE
y el FNRP. En el siguiente ascenso estas características fueron de una
importancia primaria.
La insurrección contra el fraude
El imperialismo, el régimen de
JOH y LIBRE acordaron resolver el problema del poder en las elecciones de 2017,
pero los primeros no estaban dispuestos a cumplir el pacto de gobernabilidad,
mientras Manuel Zelaya decía que derrotarían el fraude y la reelección en las
urnas: no había cabida para la lucha.
La negativa del Tribunal
Electoral a declarar ganador al candidato opositor Salvador Nasralla, fue el
detonante que generó el estallido social más importante en la historia del
país. Toda la bronca popular anti-JOH se expresó en ese proceso electoral y al
darse a conocer el fraude, la juventud se organizó para defender la voluntad
popular.
Decenas de miles de personas
salieron a las calles paralizando las principales carreteras y puentes; se
organizó la resistencia en los barrios; la economía se detuvo por varias
semanas mientras que la capacidad de los órganos represores se veía diezmada
por el ascenso de las masas.
Durante las primeras semanas, los
manifestantes no respondían a ninguna dirección: su irrupción fue espontánea y
auto convocada. Mientras Zelaya y Nasralla llamaban “a festejar” la victoria
electoral, las masas salían con más furia a las calles. Ante el peligro de ser
derrocado por la fuerza, JOH anuncia un estado de sitio que es derrotado por un
nuevo ascenso el 10 de diciembre, que divide a la policía y a las fuerzas
especiales, que se van a huelga. En ese contexto, la dirigencia de LIBRE llama
a desmovilizar las tomas de carreteras y a “respetar las fiestas de fin de
año”. Esta vacilación permitió una contra ofensiva del régimen, de la que el
movimiento no pudo recuperarse.
El fraude se organizó con dos
años de anterioridad, desde que la Corte Suprema de Justicia aprobó la
inconstitucional reelección de JOH. Todo el aparato gubernamental está diseñado
para garantizar la continuidad del ahora dictador que controla los órganos de
justicia, entes represivos y el tribunal electoral. De igual manera, las
ansiadas reformas electorales nunca ocurrieron.
Pero el régimen no lo hizo sólo,
contó con el apoyo de LIBRE y demás partidos de oposición. El bloque de partidos
supuestamente “opositores”, firmaron el acuerdo de Toncontín, según el cual lucharían
contra la reelección, el fraude y por reformas electorales. Pero nunca
realizaron una sola acción de protesta para detener el fraude, y ante las
demandas ya mencionadas se mantuvieron divididos.
Por otro lado, ellos mantuvieron
completa unidad en respaldar la política económica y fiscal del gobierno de JOH;
apoyaron las reformas al código penal que criminaliza la protesta, la elección
del fiscal general que defiende a los corruptos, votaron a favor de
criminalizar el aborto, prohibir el uso de las PAE; y reeligieron a la Rectora
de la UNAH, entre otras medidas anti populares del oficialismo.
El papel de LIBRE fue nefasto, al
respaldar al régimen en la aprobación de sus políticas de gobierno, mientras
fingía oponerse a la reelección. Al estallar la insurrección, privilegió las
negociaciones esperando ser “bendecido” por el Departamento de Estado y demás
organismos del imperialismo (algo que no ocurrió).
En su campaña electoral participó
en alianza con un partido golpista (PINU-SD) y un candidato presidencial que
proviene de la burguesía. Su propuesta de gobierno no estaba lejos de la del
resto de partidos burgueses y tenían acuerdo en lo mismo: mantener la economía
de mercado, respetar la propiedad privada y los acuerdos económicos y militares
con el imperialismo.
La alianza LIBRE-PINU, como
vimos, presentó como candidato a Salvador Nasralla, que proviene del PAC, un
partido de derecha y conservador que fue asaltado por el régimen. Nasralla es
un prestigiado presentador deportivo y de farándula que trabaja para la
corporación que controla los principales medios televisivos y radiales. Se auto
denomina “amigo” de los empresarios y de los EEUU; defensor de la propiedad
privada y un político de centro derecha, sostuvo en distintas ocasiones que en
su gobierno entregaría enormes concesiones a los empresarios y a los
inversionistas extranjeros, y ampliaría las instalaciones de la principal base de
ocupación militar Yankee, más conocida como “Palmerola”.
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Algunas conclusiones
Esta política de supeditar la
lucha y la movilización de los trabajadores y las masas a la “estrategia de las
mesas de negociaciones” para acabar entregándolas, fue impulsada por la
dirección burguesa de Mel Zelaya, y a ella se integró la mayoría de la
izquierda hondureña. Su resultado está a la vista: el enemigo se fortaleció y
las masas están en medio del reflujo. En cada momento concreto, el PST a la vez
que participaba e impulsaba cada lucha, se opuso a esa política.
Pero incluso en medio del
reflujo, las masas buscan reorganizar sus fuerzas para poder retomar la lucha.
Es necesario impulsar esa reorganización y esa retomada de la movilización con
todos aquellos que coincidan con esas tareas. Pero para desarrollar de modo
efectivo ese proceso, es imprescindible también hacer un balance de lo ocurrido
los últimos diez años y sacar algunas conclusiones.
La primera de ellas es que es
totalmente equivocado supeditar la lucha con el enemigo a la negociación con
él, porque eso solo lo fortalece y nosotros nos debilitamos.
La segunda es que incluso cuando
estamos juntos en alguna lucha, nunca debemos confiar en una dirección burguesa
(menos aún en sectores del imperialismo), porque más temprano que tarde nos
clavaran un puñal por la espalda en la defensa de sus intereses. Por eso solo
debemos confiar en nuestras fuerzas y en nuestra propia organización
independiente para la lucha.
Finalmente, la más importante de
todas: no habrá cambio real en Honduras si esa lucha no tiene como norte una
revolución obrera y socialista en nuestro país y en el mundo. Para encabezar
esta tarea, necesitamos construir un partido socialista revolucionario que no
capitule a la burguesía y a sus “cantos de sirena”.
El PST se pone al servicio de
esta tarea. Llamamos a todos los luchadores honestos que confiaron en Mel y
LIBRE a realizar juntos este balance.