El 27 de
enero se cumple un año de la impopular reelección de JOH, un revés que sin duda
se marcó por dos caminos decisivos, o triunfaba la insurrección en curso,
contra el fraude, o triunfaba el proyecto dictatorial del Partido Nacional
(PN).
Hace un año se abrió una nueva etapa en el país.
El régimen bajo el ala protectora de la embajada de EE.UU y el departamento de
Estado yanqui, movilizó todo su aparato militar y represivo, para neutralizar
la insurrección que se levantó contra un segundo mandato de JOH. Pero, no sólo
la represión debilitó la convulsión social, también la insurrección perdió
fuerza en la medida que depositó su confianza en los líderes de la oposición
burguesa, ya que todos los partidos en contienda y en oposición al PN
coincidían en que en JOH se imponía bajo un escandaloso fraude electoral pero,
todos se colocaron en el campo de la democracia burguesa, terreno en el que JOH
tenía todas las de ganar, una fuerte bofetada contra la insurrección popular
que un primer momento logró poner a JOH contra las cuerdas.
El estallido popular demostró la disyuntiva:
Rebelión o dictadura. Por ahora, JOH lleva la delantera frente a la situación,
considerando que pese a la inestabilidad y crisis, está logrando sobrevivir al
primer año de su reelección. Por otro lado la insurrección, que se mostró como
una de las luchas más fuertes en los últimos años no logró avanzar hacia una
política organizativa y de reivindicaciones que le permitiría desmarcarse de
los grupos de oposición burguesa y radicalizar el proceso hasta la salida
innegociable del dictador. Siendo determinante el espacio que se le dio a Mel
Zelaya y Salvador Nasralla para frenar la insurrección por la vía “pacífica” de
la institucionalidad.
Una
dictadura para reprimir y explotar más
JOH no fue elegido por la administración Trump de
capricho, su imposición responde a todo el paquete de medidas lesivas que su
gobierno debe garantizar en virtud de sostenerle la sonrisa a los organismos
financieros internacionales, quienes desde hace décadas tienen un papel
decisivo en el rumbo del país. Según el FOSDEH, en la última década Honduras
duplicó la deuda, cerrando el 2018 con una deuda que llega al 50% del PIB,
hablamos de unos 15 mil millones de dólares (366 mil millones de lempiras), lo
que obliga al Estado asignar una buena parte presupuestaria para este año al
pago de la deuda, unos 45 mil millones en un presupuesto que aumento
pírricamente en un 6%.
Por otro lado se mantiene en un 5% la tasa anual
de devaluación del lempira frente al dólar, lo que contribuye al
empobrecimiento del país dónde ya unos 4 millones de hondureños se encuentran
en la extrema pobreza. No es casualidad que miles de personas huyan del país en
caravana, el mensaje es claro, vivir bien en Honduras es prácticamente
imposible. Sólo en el año 2018 fueron deportados de EE.UU y México 75 mil 105
hondureños. El sistema de salud pública está prácticamente colapsado, y la
educación cada vez más se consolida como un privilegio, mientras las
privatizaciones de las empresas estatales aceleran su curso.
La dictadura además está podrida en corrupción,
tanto así que el mismo PN no ha podido ocultar que hasta sus diputados están
más que embarrados, reflejo además de su fragilidad política, tan
escandalosa es la administración de Hernández que
su propio hermano se somete a juicio por narcotráfico, situación que lo deja en
una posición incómoda sobre todo cuándo a Trump se mostró muy molesto frente a
las caravanas migratorias que ponían al desnudo la crisis humanitaria del país
y el resto de la región centroamericana.
Ahora, una vez terminado el ‘dialogo nacional’,
chaleco de salvavidas para JOH, los partidos de oposición recargan pilas para
establecer “nuevas reglas” al juego electoral. Los cuatro años más se terminan
de cocinar en el Congreso Nacional, mientras más de una docena de luchadores se
encuentran como presos políticos de la dictadura.
Los
sectores de oposición
La burguesía expresada en el Partido Liberal,
Salvador Nasralla y la cúpula de Libre junto algunos sectores empresariales coinciden
en que JOH no debe ostentar la silla presidencial, sin embargo, todos de fondo
tienen acuerdos en que su salida debe ser controlada y “pacífica” en el marco
de la institucionalidad burguesa, y bajo la venia del imperialismo, de no ser
así, Nasralla y Luis Zelaya no hubiesen aceptado el dialogo, y Manuel Zelaya no
hubiese esperado el reconocimiento de EE.UU. al candidato de la Alianza como
vencedor, para pasar después a formar parte del gobierno de la dictadura y
pretender presionarla desde sus curules en el parlamento. Una salida que además
no cuestiona de fondo el Estado burgués y su modelo neoliberal.
En enero, además, surgió un nuevo espacio: La
Acción Ciudadana contra la dictadura donde convergen bajo la supuesta lógica de
un “gran pacto político” empresarios, sectores sociales y populares, los
líderes del Partido Liberal, Salvador Nasralla, sociedad civil y representantes
de la Convergencia contra el Continuismo. Libre por su parte hace algarabía de
los famosos “Comandos insurreccionales (CI)” bajo el método de la no violencia
activa, definiendo además a los CI como el brazo de lucha de Libre, tal como se
planteó antes con el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP), la pregunta
es ¿Por qué ahora y no cuándo la insurrección estallaba? La respuesta es
sencilla, Mel no está interesado de forma real en ninguna insurrección, de ser
así no hubiese desmovilizado la lucha contra el fraude, llamando a respetar las
vacaciones y las fiestas de fin de año. Todos sus esfuerzos reales se centran
en negociar en el Congreso Nacional (CN) reformas electorales que le permitan
tener un representante en el Tribunal Supremo Electoral (TSE) para que en las
próximas elecciones, esta vez sí, puedan salir victoriosos en las urnas.
Por otro lado tenemos a los sectores populares y
sociales que en los últimos años han mantenido una resistencia contra las
políticas entreguistas y privatizadoras del dictador. El 2018 fue un año que
pese a la represión y el reflujo de la lucha contra la dictadura, tuvo escenas
muy importantes, como las luchas estudiantiles, la resistencia en Guapinol, la
resistencia en Choluteca contra JOH y la minería, las luchas contra los
proyectos hidroeléctricos, los paros de transporte, huelgas en el sector salud,
movilizaciones por la liberación de los presos políticos y pequeñas expresiones
en sectores obreros como las maquilas. Estos a diferencia de los primeros
actúan en el terreno de las exigencias directas al gobierno, y además saben que
cada día que pasa es un día en que la dictadura gana terreno para mantenerse y
seguir explotando y oprimiendo a la clase trabajadora.
Unidad,
sí, pero con quiénes y para qué
Durante la insurrección contra el fraude
electoral a finales de 2017 e inicios del 2018, planteábamos que eran
necesarias dos tareas para derrotar a JOH. La primera profundizar los paros
insurreccionales, organizar la autodefensa y neutralizar las fuerzas armadas.
La segunda tarea era política, y a nuestro parecer el incumplimiento de esta
tarea fue determinante para que JOH se sostuviera en el poder. Esa gran tarea
política pasaba por rebasar a la oposición burguesa que privilegió el terreno
de las negociaciones, antes del terreno insurreccional y construir una
dirección revolucionaria del proceso y a la izquierda de la oposición burguesa.
Defendemos el principio de unidad de la clase
trabajadora, con los sectores que sufren directamente la política represiva de
JOH, y su miseria. que levanta un programa propio. Esto debe ser así porque a
la par de plantear la salida de JOH, debemos luchar por demandas que sólo
pueden ser defendidas por las grandes mayorías explotadas, y oprimidas. Luchar
contra JOH, es luchar por libertad para los presos políticos, por mejores
salarios, y no aumentos miserables pactados por las burocracias, por derechos
sexuales y reproductivos plenos para las mujeres y un alto a los femicidios, la
nacionalización de la banca, re-nacionalización de las empresas privatizadas,
ruptura de los acuerdos con el imperialismo, no al pago de la deuda, por la
expulsión de las bases militares gringas, contra el desempleo y la pobreza que
expulsa a miles del país.
Es por eso que alertamos que ninguna agrupación
burguesa que integre la Acción Ciudadana Contra la Dictadura tendrá acuerdo en
una salida que lleve consigo el cuestionamiento del Estado burgués imperante en
el país y las relaciones coloniales de Honduras con el imperialismo. Cualquier
unidad con sectores provenientes de la burguesía como el PL, Nasralla y otros
debe ser estrictamente táctica, con la finalidad de unificar esfuerzos para
luchar por la caída del gobierno dictatorial. Para conseguirlo debemos exigir a
esas organizaciones mencionadas anteriormente que abandonen inmediatamente el
respaldo que vienen dando a este régimen absolutista, al que han apoyado siendo
parte del Dialogo Nacional y votado conjuntamente en el Congreso Nacional,
leyes que flagelan los intereses y derechos de los trabajadores. Así mismo,
debemos demandar enérgicamente que se sumen y llamen a sus bases a las calles,
para, a través de la movilización hacer caer a JOH.
Llamamos a una gran rebelión popular en todo el
país, una segunda insurrección construida desde las bases de los barrios,
centros de estudio y trabajo, que construya asambleas locales y nacionales, que
organice y relance la lucha contra la dictadura desde una perspectiva más
democrática y no caudillista. Es urgente avanzar hacia la conformación de un
espacio unitario, con independencia y democracia de clase, que active las
movilizaciones contra el gobierno, bajo un programa y plan de lucha. Unidad sí,
pero para rebelarse, unidad sí, pero para organizar en serio la lucha contra el
dictador.
Comité
Ejecutivo del Partido Socialista de los Trabajadores
Tegucigalpa, MDC enero del 2019