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Tiburcio Carías Andino: el tiempo pasa y tu sangre de asesino aún pesa en la historia |
Por Allan
López
El
general Tiburcio Carías Andino fue elegido presidente en febrero de 1933,
después de años de aventuras militares y dos intentos frustrados; logró dotar
al poder ejecutivo de autoridad total y centralizó en sus manos el control de
la vida política del país, exceptuando la actividad en los campos bananeros reservados
a los propietarios extranjeros de las plantaciones. Una asamblea constitucional
de 1936 promulgó una Constitución que modificaba la duración del mandato
presidencial y autorizaba la continuación durante seis años más después de su
expiración legal en 1939; nuevas ampliaciones autorizadas por el parlamento
permitieron a Carías gobernar hasta 1948.
Durante
ese período de tiempo en que Carías se sostuvo en el poder (1933-1948), los
sectores populares solo muy ocasionalmente pusieron a prueba su capacidad de
enfrentar directamente la dictadura: apenas unos estallidos huelguísticos en la
Costa Norte del país. De todos ellos, el fenómeno de mayor descontento popular
experimentado por la dictadura de Carías Andino ocurrió con la movilización que
ocupó las calles de San Pedro Sula la tarde del 6 de julio de 1944, a la que se
sumaron grupos obreros, profesionales, campesinos y estudiantes. Fue sangrienta
no por el lado del accionar de las masas sino por la brutal reacción
gubernamental a que dio lugar el levantamiento reivindicativo. Aquello fue una
salvaje masacre que conmovió la convivencia social y fue como un presagio a la nación de que en tiempos de dictadura no hay
espacios para el diálogo. La muerte de decenas de hombres y mujeres a manos del ejército fue un acto repulsivo que
mancha la historia nacional.
Las
demandas de los que protestaban tenían una dimensión democrática y eran en
esencia un rechazo al dictador rupestre, que contaba con el apoyo de los
intereses extranjeros propietarios de las plantaciones y, por ende, con una
base suficiente para la estabilidad del gobierno. No obstante, el descontento
social abierto en 1944, limitó las ambiciones electorales del general Carías,
que accedió que se celebrasen elecciones presidenciales en 1948.
En
el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) reivindicamos esta fecha
seguros de que no hay expresión alguna que resuma la calidad del enorme
sacrificio humano que hubo aquella tarde sampedrana y si nos atrevemos a
subrayar su importancia es porque la movilización del 6 de julio de 1944
constituyó el inicio del fin de la paz bananera, hecho que se consumaría diez
años más tarde con la heroica Huelga Bananera de 1954.