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Mundial de fútbol: la FIFA gana, el pueblo brasileño pierde |
Por Erlin Gutiérrez
Cuando pensamos en el
Mundial de fútbol, la primera impresión que se nos viene a la mente es la del
país anfitrión envuelto en júbilo por organizar el que posiblemente es el
evento deportivo más importante del planeta. Pero este Mundial ha sido
totalmente diferente a los anteriores. Y hasta resulta paradójico que el país
que más copas mundiales ha levantado, Brasil, esté recibiendo a la Copa con
luchas y movilizaciones masivas a lo largo y ancho de su territorio.
Los deportes en el capitalismo
Los grandes eventos
deportivos, en sus inicios, eran celebraciones de la salud de los atletas, del
entretenimiento, el ocio y en especial, de la fraternidad entre las personas y
culturas (es famosa la Paz Olímpica
que se dictaba en la antigua Grecia durante los Juegos para permitir el
acercamiento entre los distintos pueblos, incluso entre los que estaban en
guerra); pero desde que el deporte cayó en las garras del gran capital, han
abandonado su naturaleza original.
En la actualidad, en el
Mundial, al igual que en otros eventos deportivos de grandes magnitudes como
los Juegos Olímpicos, las grandes empresas del imperialismo llevan a cabo una
arremetida capitalista que pareciera no tener fin. Empresas como Coca-Cola,
Hyundai y Sony en conjunto con la FIFA se llevarán a sus bolsillos las jugosas
ganancias que dejará el Mundial. Este sin lugar a duda es el Mundial de las
transnacionales. Mientras los futbolistas corren tras el balón, las empresas lo
hacen tras los billetes. Esta actitud del capitalismo hacia los deportes ha
ensombrecido la pasión que genera el Mundial. Ahora resulta imposible apreciar
las joyas arquitectónicas que son los estadios y muchos menos celebrar un gol con
la pasión que lo hacíamos antes; lo que presenciamos ahora es un obsceno
festival de injusticias en nombre de las ganancias.
El Mundial refleja la cara de los gobiernos
Este Mundial está marcado
por otro aspecto inédito: es el primer evento deportivo de grandes magnitudes
organizado por un país que lo gobierna un partido que se reivindica de la
corriente del “Socialismo del siglo XXI”.
La actitud con cual lo está encarando el gobierno no sorprende: 11.000 millones
de dólares invertidos en infraestructura para la Copa del Mundo en detrimento
de los fondos que se deberían destinar en educación, salud, vivienda y transporte.
La clase trabajadora brasileña siente los estragos de los recortes por el
Mundial y lo están encarando de una manera formidable: millones de personas en
las movilizaciones, las cuales tuvieron su punto más alto durante la Copa
Confederaciones de 2013 donde las calles se llenaron de personas para exigir
mejores condiciones de vida y estudio para el pueblo trabajador; y en recientes
fechas fuimos espectadores de la heroica huelga de los trabajadores del Metro
de San Pablo; todo esto bajo la consigna de “En la Copa van a haber luchas”. Ante las movilizaciones, el
gobierno de Dilma se desenmascara y responde salvajemente: violentas
represiones por medio de su Policía Militar a cada lucha que se presenta,
persecución política contra cientos de activistas del movimiento popular como
lo hace con los miembros del “Bloque de Luchas” de Porto Alegre, el despido de
42 trabajadores del Metro de San Pablo y multas económicas a otras decenas de
ellos por el simple hecho de luchar por un aumento salarial. El Mundial del
2014 nos deja algo claro: el gobierno de Dilma y el PT están visiblemente del
lado de los capitalistas y las trasnacionales y contra el pueblo trabajador.
El deporte en el Socialismo
A diferencia de otras
organizaciones ultra izquierdistas que plantean que la salida es acabar con los
eventos deportivos de gran magnitud, los revolucionarios planteamos la necesidad
de liberar al deporte de las cadenas del capitalismo y ponerlos en beneficio de
la clase trabajadora para recuperar su esencia. Pero entendemos que en el marco
del capitalismo la liberación del deporte es imposible, puesto que éste
representa una fuente inagotable de ganancias en detrimento del bienestar de
los atletas y de la clase obrera en general. Sostenemos que sólo el socialismo,
un sistema que vea al deporte como una parte fundamental para el desarrollo íntegro
de la persona, tal como lo debe ser la formación artística, podrá masificar el
deporte y hacerlo del acceso a toda la humanidad. Sólo así podremos regresar
los eventos deportivos a sus orígenes: un espectáculo de fraternidad universal.