Por: Ovet Córdova
Una
obrera y dirigente de la huelga me decía: “Nos llaman los manchados por las
marcas que deja la fruta en nuestras manos y ropa”. Convivir de cerca con los
trabajadores de las fincas bananeras me hace reflexionar que esa expresión
discriminativa usada por los que “carnean” la huelga, reviste de un significado
mayor: los manchados, como el compa Rafa, hombre que calza botas de hule; son
los jornaleros que trabajan bajo el sol abrazante, los que sufren la
explotación del patrón, mientras que los visten sus ropas limpias, son los que
reciben los favores de los jefes y los amos.
Una rebelión encabezada por los
trabajadores de base, contra la decisión arbitraria de la patronal y la traición
del Comité Ejecutivo del SITRATERCO, permitió la generación de un movimiento
huelguístico que supera los 70 días de dura resistencia contra la transnacional de capital brasileño que
pretende desmejorar drásticamente el servicio de salud de los obreros de las
fincas de plátano y de paso despedir a lo mejor de la vanguardia obrera que
está al frente de la lucha.
La Chiquita Brands Honduras que
hasta hace unos años era llamada Tela Railroad Company, es la típica
corporación imperialista, cuenta con plantaciones en 70 países y surte los
mercados de los Estados Unidos y la Unión Europea, en materia de exportaciones
esta industria representa aproximadamente 500 millones de dólares anuales para
el país. Las tierras que posee son propiedad del Estado ya que la concesión que
se le ofreció a inicio del siglo pasado caducó, y deben ser retribuidas al
pueblo a través de la reforma agraria para el uso de los trabajadores que
durante décadas las han cultivado y para los campesinos que no poseen tierra
para trabajar.
Las
transnacionales bananeras en Honduras
A inicio del siglo XX se estableció en la costa norte del país la producción tecnificada y a gran escala de banano para suplir el consumo de la fruta en los Estados Unidos, se instalaron diversas compañías de capital norteamericano que aprovechando la debilidad del desarrollo del Estado capitalista hondureño, el carácter semi-colonial de su economía basada en la producción agrícola; tomaron control del país respaldando a caidillos militares e instalando mediante golpes de Estado a gobernantes que servían expresamente a los intereses de las transnacionales, otorgándoles tremendas concesiones fiscales y de explotación de tierra y todo lo que había en su suelo -minas, ríos, bosque-. Las bananeras funcionaron bajo el modelo de economía de enclave, esto significa que el “desarrollo” que promulgaban los pensadores liberales de la época como Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa, solo se podía admirar adentro de las tierras de las compañías y el producto de ese “desarrollo” era trasladado directamente al país de donde provenía el capital –Estados Unidos-. En Honduras solo quedó el saqueo de sus recursos naturales.
La vida de los trabajadores
agrícolas de la época era un calvario o como diría Ramón Amaya Amador: una prisión verde. Ellos no conocían los
días libres, pago por horas extras, vacaciones, sindicalización y derecho a la
huelga; mucho menos indemnizaciones por accidentes, enfermedad o muerte. Eran
maltratados constantemente por los capataces, perseguidos, arrestados o
asesinados sin mayor justificación, si es que antes no morían a causa de
envenenamiento por los pesticidas, de tuberculosis, paludismo o la mordedura de
serpientes. El infierno vivido por los trabajadores los llevó a ser los
protagonistas de la gran huelga de 1954. Más adelante, con el apoyo de las FFAA
y terratenientes, las compañías bananeras respaldaron en 1964 el golpe de
Estado al liberal Ramón Villeda Morales, con el fin de impedir que el
campesinado lograse imponer la reforma agraria. El acto gorila del general
Oswaldo López Arellano provocó el asesinato Lorenzo Zelaya, dirigente del PCH y
fundador del pujante movimiento campesino hondureño. En 1975 el general López
Arellano se vio obligado a salir intempestuosamente del poder por revelarse un
escandaloso caso de corrupción más conocido como el “bananagate” al recibir de
la United Brands Company un soborno de 2,5 millones de dólares a cambio de
reducir el impuesto sobre la exportación de banano.
En épocas más recientes la
industria del banano ha venido a la baja en Honduras por distintos factores
especialmente el económico, la búsqueda de mano de obra barata y leyes
laborales flexibles a favor de las corporaciones, así como, concesiones
fiscales; permiten que las multinacionales migren a países donde pueden
aumentar su tasa de ganancia y la tasa de explotación de la clase trabajadora.
Los efectos del clima también son un aspecto relevante a señalar: debido a los
daños ocasionados a los cultivos por la devastación que dejó el huracán Mitch
en 1998, la producción se redujo drásticamente. En 2014, el banano era el
segundo producto de exportación y había decrecido en un 40% con relación a 10
años atrás. Mientras que la pequeña burguesía bananera representada en la
APROBANA, sostiene que el gremio de productores independientes perdió el 40% de
las aéreas cultivadas.
Como se puede observar las
compañías bananeras han estado fatídicamente muy vinculadas a la historia de
Honduras y se han caracterizado por ser corporaciones mafiosas, responsables de
crímenes contra nuestro pueblo que no deben ser olvidados.
Romper
el aislamiento para vencer la política del gobierno y la patronal
Esta lucha en desarrollo se
encuentra ubicada en las plantaciones de
banano en el norte de Honduras, lugar en el que laboran 2 mil trabajadores
distribuidos en 8 fincas, la gran mayoría de los empleados respaldan la lucha y
rechazan el pacto firmado entre la empresa y el Comité Ejecutivo del sindicato.
Los trabajadores desde la base impulsan una lucha que entre tantos enemigos,
también enfrenta el aislamiento al no contar con el acompañamiento de las
centrales obreras, sindicatos y del resto de la izquierda. Todo lo contrario
ocurre con la transnacional frutera que goza del respaldo del régimen de JOH a
través de las posiciones patronales del Ministro de Trabajo, el Ministerio
Publico, las fuerzas represivas, la pequeña burguesía bananera, los medios
corporativos de comunicación y la dirigencia traidora que integra el Comité
Ejecutivo del SITRATERCO.
La lucha de los trabajadores campeños
no es diferente de la del resto de la clase obrera hondureña. Para todos es de
amplio conocimiento que la política del gobierno de JOH en materia de salud y
empleo, por un lado; ha consistido en privatizar y desregularizar totalmente el
acceso a la atención medica de calidad, por ese motivo descentralizó los
hospitales públicos, saqueó al IHSS y ahora pretende privatizarlo mediante la
Ley Marco de Seguridad Social -LMSS-. Mientras que en lo relativo a las
condiciones laborales de los trabajadores, su política va orientada en
desmejorar drásticamente los derechos fundamentales conquistados por la clase
obrera desde la huelga de 1954. El plan 20/20 y la Ley de Empleo por Hora son
contra-reformas laborales que convierten el trabajo en una relación de esclavitud.
En el esquema de este gobierno patronal no caben garantías como el derecho a la
permanencia, a la maternidad, vacaciones, a la sindicalización, a un salario
digno y a la seguridad social. No se puede comprender este descomunal retroceso
de los derechos de los trabajadores si no se entiende que en esa empresa están
coludidos el régimen, los empresarios y las centrales obreras. Es por eso que
reviste de importancia que la lucha de los trabajadores bananeros triunfe,
porque sería un ejemplo de lucha, de resistencia obrera que abre la perspectiva
de la necesidad de construir sindicatos y una central de trabajadores
revolucionarios y democráticos.
Los trabajadores han resistido
valientemente el acoso patronal y policial que se ha expresado en 98 despidos
injustificados y 700 contratos suspendidos parcialmente. La fuerza pública
también ha hecho su parte hostigando a los huelguistas y ejecutando un desalojo
ilegal extremadamente violento que finalizó con trabajadores arrestados y
lesionados. La policía y el ejército arremetió disparando bala viva y gas
lacrimógeno contra los manifestantes. Los trabajadores solo han contado con la
solidaridad de algunas organizaciones entre las que el PST se complace de ser
parte. La fuerza de su lucha descansa en su obstinado deseo de justicia; para
el día 55 de paro de labores el movimiento de huelga consiguió que la empresa
dejara de exportar el 75% del producto, es decir; 3 millones de cajas de fruta,
lo que representa alrededor de 400 millones de lempiras. Un duro golpe para la
“Chiquita” como es conocida popularmente.
El desarrollo y la agudización
del conflicto, ocasionó que el reclamo de los trabajadores que inicialmente
consistía en impedir que se desmejore la atención de salud garantizada en la
cláusula 13 del Contrato Colectivo halla pasado además a la exigencia por que
se reintegre a los despedidos y suspendidos; y la recuperación del sindicato
con el fin de construir una organización que represente los genuinos intereses
de las bases.
Para conseguir la conquista de
ese programa, los trabajadores deben de seguir su lucha a través del método que
han empleado, acudiendo siempre a la democracia obrera, en consulta constante
con la base y renegando como principio, de los acuerdos a espaldas de los
trabajadores. También es urgente romper el aislamiento de la huelga, es por eso
que desde el PST LIT-CI hacemos un llamado al movimiento obrero y popular para
que acompañe militantemente esta lucha que no es exclusiva de los obreros
bananeros; es una lucha de la clase trabajadora hondureña y su victoria será
una conquista del conjunto de la clase
Partido Socialista de los Trabajadores
15 de marzo 2017