
Por Andrés Militante
Aunque para algunos parezca increíble
y sectario, tenemos que decir con absoluta franqueza que Manuel Zelaya Rosales
ya no juega ningún rol progresivo en la lucha de resistencia del pueblo
hondureño contra la oligarquía voraz y explotadora, su caudillaje es un freno
para las potencialidades y energías que tiene este pueblo deseoso de recuperar
todas sus conquistas perdidas, preparando así el camino de su liberación definitiva.
Durante los meses previos al golpe de Estado,
Zelaya tuvo diferencias con sectores de la burguesía porque él como empresario burgués
y jefe de gobierno lideraba un sector económico que no estaba siendo favorecido
con el Tratado de Libre Comercio; para imponerse necesitó de una táctica llamada
“populismo” que lo llevó a otorgar concesiones a la clase trabajadora con el fin
de propiciarse un liderazgo con fuerte respaldo popular; este liderazgo le
sirvió para ubicarse en una mejor posición dentro del bloque del poder. Es así como
los roces constantes entre sectores oligárquicos condujeron a una crisis que puso
de manifiesto el enfrentamiento entre dos sectores burgueses: uno vinculado directamente
a los intereses del imperialismo y otro vinculado por necesidad a la burguesía
del ALBA; Mel se ubicó en el bloque del ALBA y el resultado de esta
confrontación fue el golpe de Estado del 28 de junio de 2009. Hacemos esta
breve radiografía de la crisis en el bloque del poder para dejar claro que la
conducta de Mel nunca estuvo relacionada con un giro en su conciencia política
sino con sus intereses económicos y empresariales.
El surgimiento de un nuevo caudillo.
Mel Zelaya fortalecido por la lucha
del FNRP contra el golpe, emerge como el nuevo caudillo de la política hondureña
y muy hábilmente logra que el pueblo trabajador
lo perciba como un semidios. Cuando estuvo encerrado en la Embajada de Brasil,
la gente tenía en un improvisado altar, la figura de Mel junto a la tradicional
imagen del “Corazón de Jesús”. El caudillismo también es una rara mezcla entre
religión y política. Este liderazgo indiscutible y por indiscutible,
autoritario, lo llevó a ser Coordinador General del FNRP, a ubicarse como
primer diputado por el departamento de Olancho, a imponer a su esposa Xiomara
Castro como candidata presidencial y a controlar y decidir por su cuenta el
rumbo político de LIBRE sin que nadie se atreviera a cuestionarlo.
Zelaya llegó a convertirse en una
figura imprescindible porque aún estando exiliado en República Dominicana,
movía los hilos del FNRP a su antojo; el último episodio, si se quiere
arrogante y vulgar, que le permitió públicamente exhibir su poder magnánimo fue
cuando desde un canal de televisión (Globo TV), desautorizó la realización de
una movilización que “Los necios” y los “Rojos” estaban a punto de emprender en
protesta contra el fraude electoral, pero lo insólito de todo esto es que estas
agrupaciones de izquierda que se supone son políticamente modernas y que ideológicamente
no comulgan con el caudillismo rural, se sometieron al imperioso poder del gran
cacique, tiene razón Max Weber cuando afirma que el caudillo “muestra un poder
sobrenatural, sobrehumano o al menos desacostumbrado, de modo que aparece como
un ser providencial, ejemplar o fuera de lo común, por cuya razón agrupa a su
alrededor discípulos o partidarios."
El caudillismo no le sirve al FNRP en su lucha de resistencia
El caudillismo es un modelo fracasado que
no se adapta al modelo de conducción democrático y coordinado que requiere el
Frente Nacional de Resistencia Popular para enfrentar al Gobierno de Juan
Orlando Hernández; ese caudillismo trasnochado fue el responsable de que no
hayamos derrotado el golpe de Estado y es el responsable de no haber luchado en
las calles contra el fraude electoral.
Si se hubiera convocado a asambleas del
partido LIBRE en los 18 departamentos para decidir qué hacer ante el fraude, estamos
seguros que las dirigencias departamentales y las bases hubieran salido masivamente
a las calles el 25 de noviembre a defender el triunfo electoral, pero como
estos no eran los intereses del caudillo y de la cúpula del partido, frenaron toda
movilización popular contra el “golpe de urnas”.
No es posible que una persona (Mel
Zelaya) haya dicho en una conferencia de prensa que sólo se saldría a las
calles si era necesario; en otras palabras, ya no es la realidad, ni la
capacidad de lucha del pueblo la que determina salir a luchar, es un caudillo
que pasando por encima de la voluntad del partido decide lo que es necesario o
no. Esa actitud sumisa de confiar a ciegas en Mel Zelaya debe terminar o nos hundimos;
nosotros no podemos confiar nuestras luchas e intereses de clase al carisma de
un caudillo “El sustento del carisma es emocional, puesto que se fundamenta en
la confianza, en la fe, y en la ausencia de control y crítica” y esto es fatal para
una conducción que necesita de la objetividad que sólo es posible con la
crítica, la autocrítica y el control democrático de la asamblea.
No podemos confiar en que un hombre providencial
resolverá, de una buena vez y para siempre, los problemas del pueblo. Mel ha
creído que él está llamado a realizar una misión de orden superior, cree que
fuera de él está el caos, nosotros preferimos el caos de una asamblea a la
obediencia sumisa a un caudillo. “El liderazgo, si es revolucionario, debe
comprender que no existen ungidos, ha de entenderse que es el pueblo quien
encabeza la ardua tarea de su liberación definitiva. El líder sólo es su apoyo
incondicional y absoluto, no su venerado guía. Para ello, solo la concienciación
de la gente evitará la mitificación y deificación de esos liderazgos.”
El FNRP tendrá que resolver pronto
este problema o no tendrá perspectiva; no basta con que Mel haya renunciado a
la conducción del Frente, podríamos estar ante un melismo sin Mel, de hecho,
Mel renunció a la conducción del frente pero ya dejó a los ungidos que van a
coordinar la próxima asamblea del 18 de enero; parece que el caudillismo es
omnipresente. El PST es del criterio de que la asamblea es la que debe decidir
quiénes son sus coordinadores y si la base valora que Juan Barahona, Rafael
Alegría y Gilberto Ríos deben ser ratificados entonces que sea así, pero esta actitud
de que la base decida es totalmente progresiva en relación a que sea un caudillo
el que tome las decisiones de acuerdo a sus intereses personales.
El caudillismo es antidemocrático y pronto
se vuelve impopular porque tarde o temprano los pueblos descubren que sus
intereses históricos no coinciden con los intereses de los caudillos.