Por Allan Núñez
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"Para los surrealistas la revolución socialista fue un asunto programático" |
Desde sus inicios, el surrealismo aparece intensamente
comprometido con la práctica política. Fue un movimiento surgido en el corazón
de las tensiones políticas de la primera mitad del siglo XX. Sus raíces hay que
buscarlas en los convulsionados años de la Primera Guerra Mundial y su final a
mediados de 1940 cuando el nazismo triunfa en Francia y los artistas parten al
exilio.
Durante este período de tiempo, las posiciones políticas
del surrealismo fueron progresando: desde un profundo rechazo al exacerbado
espíritu nacionalista que promovió la burguesía europea durante la guerra,
pasando por su malograda experiencia con el estalinismo, hasta su encuentro con
el trotskismo en 1938, año en que André Breton, junto al revolucionario ruso
León Trotsky y el muralista mexicano Diego Rivera, redactan el “Manifiesto por
una arte revolucionario e independiente”. Es bueno conocer las interioridades de
cómo se desarrolló este progreso.
En las horas previas al inicio de la Primera Guerra
Mundial, las burguesías europeas lograron convencer a la gente de la necesidad
de participar en la guerra, incluso la inmensa mayoría de los partidos
revolucionarios que conformaban la Segunda Internacional Socialista contagiados
por el entusiasmo bélico votaron a favor de los créditos de guerra de sus respectivos
países[1].
Se produjo así la incorporación masiva de las diferentes milicias y miles de
jóvenes serán conducidos a la masacre, mientras otros miles regresarían del
frente mutilados. El artista alemán Georg Grosz, se ocupará en sus obras de
este tema.
Mientras esto ocurría, en Suiza se concentraban
centenares de pacifistas y derrotistas[2],
incluso algunos artistas que manifestaron su repudio al nacionalismo burgués.
Son los mismos que muy pronto se nuclearían en el Cabaret Voltaire bajo el
nombre de Dadá[3] y cuyo punto básico de
agrupamiento era el profundo rechazo a la guerra, percibida por ellos como los
estertores de una sociedad capitalista en agonía. Este sentimiento antibélico,
antiburgués y antiartístico de Dadá, marcará profundamente el espíritu
surrealista.
Finalizada la guerra, una sensación de desastre recorría
a la sociedad europea, pero también de ánimo revolucionario[4].
La mayoría de los artistas que pertenecieron al movimiento Dadá integrarían las
filas del surrealismo. Éste movimiento ya venía gozando de vida orgánica desde
la publicación de la revista “Litterature”, en donde puede advertirse
sutilmente las posiciones políticas de los artistas surrealistas. Pero no es
sino hasta la publicación del primer manifiesto surrealista de 1924 que el
movimiento surrealista abordaría de frente la problemática relación entre la
liberación individual y emancipación social. Fue esa cuestión capital la que
entre mediados de la década del veinte y 1935 regiría sus relaciones en tanto
grupo, al mismo tiempo que sus vínculos con las organizaciones políticas. Un
acontecimiento internacional obligaría a los surrealistas a establecer esta
alianza.
Fue la guerra colonial entre Francia y Marruecos el
factor detonante de este proceso. Una nueva oleada nacionalista en Francia, que
chocaría con las posiciones de los surrealistas, aceleró su definición política
y garantizó su adhesión, en 1927, a las filas del Partido Comunista Francés.
Esta relación con el estalinismo sufriría marchas y contramarchas, cargadas de
tensiones. El maridaje se extenderá hasta 1932, cuando Breton y el resto rompen
con el Partido Comunista. La razón: las pretensiones de la burocracia estalinista
de ejercer el mando sobre la creación intelectual.
Lo que los alejó del estalinismo fue justamente lo que
acercó a los surrealistas, a Breton sobre todo, al trotskismo. En 1938, el
viejo dirigente de la Revolución Rusa León Trotsky escribió un artículo donde,
pronunciándose contra el “realismo socialista” promovido desde el estalinismo,
afirmará: “el arte de la época estalinista quedará como la expresión más
concreta de retroceso más profundo de la revolución proletaria”. Así, Trotsky
se había pronunciado sobre cuestiones capitales para el surrealismo: la
libertad del arte y su independencia frente a la dirección revolucionaria. El
surrealismo encontraría en el trotskismo un soporte que evitaría comprometerlo
con la burguesía. Se podía pensar la revolución y seguir comprometido con ella
pero sin el control del partido.
Cuando se desató la Segunda Guerra Mundial, los
surrealistas ya venían enfrentando el avance furioso del nazismo. Cuando Hitler
ocupó París la mayoría de los artistas surrealistas se encontraban en el
exilio. Por esas fechas, en agosto de 1940, Trotski caía asesinado bajo la pica
estalinista. Por derecha y por izquierda, el círculo se cerraba alrededor del
movimiento surrealista. Era el fin de un movimiento que enarboló
programáticamente el deseo de libertad y la unidad del hombre en una nueva
realidad, la de la revolución socialista.
[1] Salvo dos excepciones: el
Partido Ruso y Serbio votaron en contra.
[2] Se denomina derrotistas a
aquellos que proponían la derrota de las diferentes burguesías nacionales –y
por lo tanto, del país- en aras de la revolución socialista.
[3] Entre los fundadores de Dadá
estaban el rumano Tristan Tzara, los alemanes Hugo Ball, Richard Huelsenbeck,
Hans Richter, Hans Arp y su futura esposa Sophie Tauber.
[4] La Primera Guerra Mundial tal
como lo advirtió Lenin fue partera de revoluciones. La marea revolucionaria
acabó con el Zarismo en Rusia y se extendió a Alemania, sumergiendo a Berlín y
arrollando a otras ciudades.