Por
Carlos A. Lanza
“JOH
ya se está acostumbrando a la tenue luz de las antorchas,
necesitamos el fogonazo de un paro cívico” CL.
Desde
ya días venimos asistiendo a un proceso de movilización que
apareció en momentos en los que no pasaba nada. Así es la lucha de
clases: un acontecimiento inesperado puede hacer que un volcán
aparentemente apagado surja chispeante como las antorchas que hoy
centellan en las calles de Honduras. Hay volcanes que no pasan de
lanzar fragmentos de fuego al cielo pero nunca terminan de estallar.
Cuando veo que en todo el país el pueblo se está movilizando pero
de manera fragmentada no dejo de pensar en la metáfora de un volcán
que por días y días lanza fragmentos de fuego pero nunca alcanza el
clímax del estallido.
Necesitamos
que todos los antorcheros del país se movilicen a Tegucigalpa y allí
democráticamente discutamos y aprobemos un paro cívico. La lucha de
clases nos enseña que cuando una estrategia no evoluciona a acciones
de mayor nivel, la tendencia es ir en picada, de retroceso. Esta
experiencia ya la vivimos en las movilizaciones contra el golpe de
Estado, meses enteros aplanando calles terminaron en una pasmosa
desmovilización que sólo se ha visto sacudida por este proceso
antorchero.
Un
amigo me dijo que un paro cívico no era garantía de que JOH cayera,
le respondí que tenía razón, que la lucha de clases no era
determinista, si así fuera la historia sería estática, viviríamos
una realidad sin contradicciones. Lo que sí es cierto es que un paro
cívico nos pondría en mejores condiciones para luchar, movería el
timón hacia nuestras manos y podríamos navegar con mayor certeza en
las aguas profundas y agrestes de la lucha contra la corrupción.
No
han notado antorcheros de todo el país que a pesar del ímpetu de
estas movilizaciones, JOH se mueve tranquilamente como si nada
estuviera pasando y se da hasta el lujo de organizar movilizaciones
para que lo respalden. No han notado que mientras nosotros caminamos
y caminamos, JOH se atrinchera en la” Comisión Interpartidaria”
y desde allí maniobra para sostener la crisis en los marcos de la
“institucionalidad” y buscar una salida negociada. Lo único que
puede destrabar este control institucional de la crisis es que la
lucha contra la corrupción pegue un salto de calidad y ese salto
de calidad es un paro nacional. Un paro nacional es el elemento que
hace falta en esta coyuntura para que el volcán estalle. Cuando
nos pregunten si queremos es incendiar el país, no nos pongamos a la
defensiva, digamos que sí queremos hacer una gran hoguera para
quemar a la oligarquía corrupta.
Las
antorchas han jugado su rol pero la realidad exige realizar acciones
de mayor envergadura, mientras caminemos de noche la oligarquía
estará tranquila, porque para un empresario corrupto no pasa nada si
utilizamos nuestro tiempo de descanso para protestar, por eso las
movilizaciones no son reprimidas. El problema grave para el Estado
oligárquico es cuando los trabajadores protestan en el tiempo que
les toca producir. Un paro cívico nos acercaría al objetivo y nos
pondría más cerca de sacar a JOH. Un paro cívico sería ganancia
para el movimiento popular organizado porque nos liberaríamos de la
coraza desmovilizadora de los últimos cinco años y la correlación
de fuerzas a favor del régimen ya no sería la misma ya que
habríamos recuperado nuestros métodos de lucha históricos: la
huelga, la toma de calle, la toma de puentes, las barricadas, etc.
Necesitamos que las movilizaciones de las antorchas se conviertan en
movilizaciones insurreccionales, de lo contrario, corremos el riesgo
de que las antorchas nos terminen quemando las pestañas y sólo
sirvan para futuros vídeos de campaña electoral.